El canal online ha cambiado por completo nuestra forma de relacionarnos, comunicar, comprar, vender, investigar, aprender… ¡O recordar!
La red hace hoy de perfecta hemeroteca de todo en cuanto en ella acontece. El Big Data del que tanto hablamos en marketing es precisamente eso. Una basta recopilación de datos e información que es almacenada sobre nuestra andadura por sus páginas y rincones. Una huella digital que registra cada uno de nuestros pasos.
Internet se ha convertido en ese ‘Gran Hermano’ del que nos hablaba George Orwell en su libro 1984. Captando el día a día de sus usuarios en sus espacios y recabando enormes cantidades de datos de mucho valor. Demasiados quizás.
Visto lo visto la situación nos obliga a andarnos con pies de plomo en la red. Y con ello, poco a poco nos hemos vuelto más reacios a suministrar información en redes sociales y rincones web. Nos produce cierto vértigo pensar donde pueden llegar esos datos y con qué fin van a emplearse. Así que preferimos ser cautos.
Precisamente es en las redes sociales donde dejamos la mayor cantidad de datos, fechas, fotos, comentarios y detalles sobre nuestras vidas que reflejan cómo somos, qué nos gusta o en qué pensamos. Y, por tanto, es en ellas donde más nos exponemos y donde más cuidado debemos procurar para no dejar un rastro excesivamente alargado de nuestra vida.
Veamos cómo podemos evitarlo:
– Las palabras ya no se las lleva el viento. En internet cada palabra que emitimos se queda registrada y puede jugar en nuestra contra llegado el momento. Por eso debemos medir los impulsos y ser conscientes de la dimensión que pueden generar para no quedar retratados. El contexto y la perspectiva confunden dependiendo del momento, así que cuidado con las publicaciones que hacemos.
– El poder de las imágenes. Cada vez más empresas utilizan las redes sociales como plataformas de rastreo de sus candidatos o empleados para conocer más de ellos y poder tomar decisiones. Las fotos revelan demasiada información de nosotros y, a veces, no nos es aconsejable mostrar ciertas cosas de nuestra vida. ¡Cuidar esos contenidos favorecerá las posibilidades!
-Cuentas o perfiles viejos. Si dejamos de utilizar ciertas cuentas online, lo recomendable es, si no las cerramos por completo, saber qué dejamos visible y operativo de ellas. A veces nos olvidamos de su existencia pero éstas siguen aportando información de nosotros.
– Suscripciones o servicios. En internet nos hemos dado de alta en cien mil sitios. Y no todos hacen buena práxis de los datos que recaban . A veces esas bases de datos se transfieren y tus datos acaban pululando entre directorios sin que tu lo sepas. Por eso, lo mejor que puedes hacer es darte de baja enseguida de todos aquellos servicios o listas que no uses o quieras.
En fin, estas son solo algunas de las circunstancias en las que podemos vernos afectados por la huella digital, pero evidentemente su dimensión es enorme. Y pese a que no podemos evitar cierto rastro nuestro en la red, si que podemos controlar mejor esa información que queda expuesta.